lunes, 14 de marzo de 2011

Quisiera que me pienses...

Es un día un poco ventoso. Me siento un tanto perdido en estas calles. El frío me ha transportado a algún rincón de mi imaginación. En cada parpadeo estreno algún que otro recuerdo. Creo haberlo vivido dentro de mi cuando sentado sobre la ventana, entre el humo, escuchaba esa canción. La tarareaba bajo el paladar mientras veía el cielo gris. Un cielo que a lo largo de semanas inspiraba demasiados anhelos. Sabía que si seguía siendo el mismo de siempre no saldría jamás de allí. Así como si no tragaba saliva y me decidía hablar jamás volvería, tampoco podía empezar mal aquella empresa pues aun con los cordones atados la suerte rara vez acompaña a la experiencia. Era cuestión de enfrentarme y enfrentarte. Un destino común pero con caminos distintos. No deseaba nada más que la paz infinita que enseñaba tu voz, la que aun entre cientos de diálogos forraba un enorme silencio. Si en alguna otra vida había logrado pensar en mi en las últimas visitas, porque no pretender que me piensen… no era una idea tan ambiciosa como la de ganarme un corazón sin empezar el cortejo… podría alguien pensarme?

El faro de la esquina esta mas amarillo que antes, la luz más tenue… y así y todo puedo volver a ver tu ventana detrás de ese baldío estirando el cuello y parándome en puntas de pie, estirando los ojos como tratando de inducirte inútilmente a correr inconscientemente las cortinas. Estas noches rituales van a terminar provocando el exilio de lo que dicen: “…es lo último que se pierde”… La cuadra jamás pudo ser demasiado transitada y eso junto a los cedros y a la iglesia de enfrente la hizo un escenario otoñal en pleno verano mas que romántico. ¿Es demasiado pedir al cielo un deseo tan caro como el de regalarme una mirada en pago por los cientos de pensamientos que te dedico diariamente? ¿Será demasiado pedir en propiedad un recuerdo de tal placer?



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