lunes, 3 de octubre de 2011

Un "chau-chau" y el recuerdo de un nombre...

Aún no acabo el cigarrillo y he repasado una infinidad de veces aquel momento.

Hoy todos los perfumes que he sentido se confunden en mis sentidos. Hoy todos se parecen al suyo. No hay vidriera donde no vea su reflejo junto al mío.

No pude dejar de pensar en aquella tarde… donde me agarró desprevenido.

No tuve mejor idea que perseguirla con la mirada desde que entró en la sala: o la miraba y corría el riesgo de sonrojarme o desviaba mi cabeza hacia la ventana sin cortinas por la que penetraban los rayos del sol sobre mis ojos perdiendo la posibilidad rayana de invocar patéticamente su interés. Era jueves a las 5 PM y el sol comenzaba a despedirse esa tarde de primavera. Recién estrenábamos estación cuando volvió por un día o dos un frente invernal. Las caras habían estado largas durante la mañana, había quienes aún conservaban a su lado un paraguas cuando al asomarse el mediodía las calles volvieron a arder y la gente, campera en mano, comenzaba a desprenderse el primer botón de la camisa y a aflojarse la corbata. Los primeros aires acondicionados comenzaban a sonar en las veredas a tenor de los bocinazos por los embotellamientos cotidianos. Me había ido al dentista por enésima vez en la semana en busca de alivio al dolor que durante días terminaba por liquidarme. No había tiempo que perder. Cinco en punto la cita era con la oftalmóloga por 9 de Julio y Salta, en un edificio viejo de principios de siglo pasado remodelado y ambientado como para un spa, con palmeras y piedras de río. Desde afuera el alto del muro impedía la mirada a través de los vidrios polarizados ubicados a partir de la altura de la cabeza de un hombre medio. La entrada, cerrada permanentemente por una puerta altísima, color marrón, de dos hojas y antiquísima, en la que solo se alcanza a ver un timbre a la altura de los hombros. No sé si fueron 2, 3 o 5 minutos después de sentarme que la sala se inundo de una hermosa fragancia de la cual no pude ni en la peor situación de dolor sentirme ajeno. Fueron segundos en que esos ojos se posaron sobre los míos. Como en un cruce en donde ambos atinamos a desviar por el mismo lado una, dos, tres veces… eran marrones, grandes… dulces…

En un rápido parpadeo, sus ojos rojos como estaban, parecieron lagrimear. Ese instante fue como que me hubiesen pasado una mano fría por la espalda. Pisé la tierra. Me volví hacia sus manos. En cada lado tenia servilletas de papel. Al no encontrar a la secretaria a su lado derecho se volvió a mí nuevamente y me pregunto:

_ “¿La secretaria se encuentra?”

No pude más que asentir con la cabeza, mudo, atragantado con mi propia estupidez. Solo contesto con una gran sonrisa. En la otra esquina del pasillo se encontraba un señor de barba espesa. Al mirarlo solamente asintió con su cabeza con una tenue sonrisa cómplice. Ella se sienta a dos lugares de distancia y me dice:

_ “Me duelen mucho los ojos. Mi pican y no me quiero rascar. Si es contagioso estas en problemas.”

Respondí la primera estupidez que me salió:

_ “Morir no creo así que no te hagas problema”

En esos cinco minutos subsiguientes pasaron diez mil cosas por mi cabeza… desde no tener tema de conversación, pasando por el miedo no parecer denso, de desperdiciar la oportunidad de conocerla, y terminando por la espantosa posibilidad de no volver a verla como había pasado tantas otras veces… me estaba ahogando en un charco de café derramado sobre un mantel. Iba a terminar como siempre. Por titubear, quede sin el pan y sin la torta. Entonces el destino como siempre volvió a pisarme los cordones. Llego mi turno. No tuve más remedio que entrar.

Mientras era examinado no dejaba de pensar en ella. Había olvidado todos mis interrogantes. Tal vez porque la mayoría de ellos habían quedado en la sala de esperas. A las preguntas de la profesional respondía afirmativa o negativamente sin acotar absolutamente nada. Ella estaba asombrada con mi estado de ánimo. Apagado pero concentrado. Había visto un fantasma. Jamás me había visto así pero no se animo a preguntar nada más que solamente si me encontraba bien. Unos minutos quedamos en silencio y ella me aviso que ya había terminado.

_ “Eso es todo. Estas libre. ¿Necesitas algo más? ¿Un certificado médico tal vez?”

_ “No Doctora. Gracias. Se lo agradezco. Cualquier cosa aparezco nuevamente”

Al salir un mutuo saludo fue nuestra despedida y al parecer el fin de todo. Afuera estaría la calle y una vez allí todo empezaría de cero nuevamente. Todo se resumió en un “chau-chau”. Había perdido la oportunidad de mi vida, quizás… mientras exageraba mi triste actuación, entre paso y paso, volví a la realidad, a la fría realidad. Conformista pero esperanzado, resignado pero con fe me dirigí a la puerta. En el instante en que la abría la secretaria pregunto por ella:

_ “¿Soledad G…?”

…y si escucha a lo lejos ya una tan breve como encantadora respuesta:

_ “Si…"

Fue su nombre lo único que llevé en la mente hasta esta noche.

La única luz que me rodea es la del velador azul sobre la mesa de luz, sin embargo me siento vivo en cada rincón.

Me he detenido en cada cosa que sacaba del ropero, deseando que se tratara de algún recuerdo suyo.

A las sonrisas se suman otras, y otras…

_ “Es como si estuvieras aquí” – digo como hablándole a un ser al borde del ropero – y entre risas vuelvo a sentarme sobre esa caja de cartón repleta de apuntes y libros.

Mi taza de café se ha resignado al olvido sobre uno de los estantes, rociada de polvo y circundada por una que otra polilla despistada. Ha esperado paciente desde aquel primer y último sorbo aun hirviendo hasta el gélido destino del cual no ha escapado a causa de su inerte existencia.

Es imposible no trasladarla a cada recoveco de mi vida y a cada espacio que tiene la mala suerte de recibirme.

Este es el hermoso precio que termina pagando el corazón por la curiosidad de los ojos.

No creo en las despedidas y menos las que terminan con un “chau-chau” tan simple. Lo único que tengo es un nombre y un pequeño recuerdo. Solo falta que la mitad imaginada si vuelva realidad.



8 comentarios:

  1. nada es imposible y no porque lo diga la publicidad ; )

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  2. Gracias por el comentario! y más por decirme que es similar a Dickens...voy a pasar más seguido por este sitio ahora que te sigo! Besito.

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  3. ME ENCANTO ! escribis, relatas de una forma muy linda!

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  4. Gracias chicos! espero que no se acaben las pilas. El blog recibió una lavada de cara, je y se prepara para recibir mas entradas. Espero que los ánimos ayuden. Ya esta funcionando a media maquina. Disculpen los errores!
    Hay gente muy grosa entre ustedes!
    Abrazo grande!

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  5. buen relato... me trae...ciertos...recuerdos ...

    encantada de leerte...
    un abrazo

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  6. ¡Buenísimo! Pero la próxima vez le preguntás nombre y celular .- En su lugar me gustaría que alguien así se arriesgara a hacerlo.-

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  7. Gracias!

    P.D.: cada cosa a su debido tiempo. No hay que forzar situaciones. Si bien debemos crear las "condiciones" como único camino hacia la realización de nuestros sueños, debemos dejar, a mi entender, que las situaciones se den solas.

    Un abrazo grande :)

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