sábado, 23 de noviembre de 2013

Cientos de formas sin formas.-

El ruido del motor de la heladera, tacones por los pasillos que ya volvían un sábado por la madrugada, algunos pajaritos madrugadores que ya cantaban a las 4:00 a.m., mosquitos que volaban zumbando sobre un techo blanco cubierto de sombras… el primer sorbo de ese té frio cuando cruzaba del baño a la habitación mientras se lo escuchaba a John Lennon desde afuera pisos más abajo. Las sombras, siempre las sombras… formas, cientos de formas sin formas. Cosas que iban formándose en las paredes. Cosas que no sabíamos que eran pero que allí estaban. Aunque la claridad apenas entre por debajo de la puerta hay suficiente luz como para sentarme sobre un almohadón en el suelo y pensar en esos cigarrillos que jamás volveré a fumar, nunca más por lo menos a aquel ritmo.
Hace apenas unos días me preguntaban porque me hacía preguntas estúpidas como éstas que me estoy haciendo mientras miro las puertas traseras de mi placard. La playa, las tarjetas, los dibujos, las fotos… todo en el transparente, todo, absolutamente todo cubierto de pinches. El tiempo jamás pasó y no esta tan mal como lo pintan. Se trata solamente de decir las palabras mágicas y empezar de nuevo. Un paso tras otro siempre en busca de la botella que esté más fría.
Abandone muchas costumbres. Bah… las sustituí. Las tonterías jamás se abandonan. Al menos sigo recordando pero con un toque de picardía como cuando vuelvo a contar aquella vieja historia del arreglo de mi primer motor. El primer gran orgullo después de haberme vestido solo. Y aunque sea todo distinto en cierta forma se te extraña, casi tanto “demasiado” por no poder hacer las comidas tan pesadas como te salían a vos, por no tenerte sentada del otro lado de la mesa escuchándome hablar de historia sin entender nada, pero sentada, allí, del otro lado después de todo. Se te extraña porque nadie como vos para robarme todas las tarjetas y las monedas de cinco centavos que caían en mi cajón. Nunca vi a nadie que le haya brillado tanto como a vos los ojos como cuando proponía comprar una Coca Cola o Palitos de la Selva. Todas las botellas que me regalabas al final se iban con vos dentro de tu cartera cada vez que te ibas.

Todo ha cambiado pero sigo pensando en bajar por una Bock a las 3 de la mañana. Aunque nunca me llevé bien con las mascotas te juro que me costó un montón desprenderme de aquel perrito que encontramos en San Luis y 9 de Julio, pero ¿Qué podía hacer? Están prohibidas las mascotas. ¿Ves? Es como que todo tuvo una razón de ser. Mi próxima adquisición tal vez sea la pecera con esos “pececitos de colores” de los que tanto hablabas que querías darles de comer. Es así, y no hay vuelta atrás: me salen sonrisas y lo más triste es que sé porque es. Es más: necesito uno de esos días nublados en los que yo pintaba y vos bordabas. Uno de esos días en que dejábamos 30 minutos hirviendo la pava sin ganas de ir a preparar un black. Aunque suene irónico quiero volver a tener aquellos días pero esta vez quiero que haya gelatina de cereza, que no suene tu teléfono en toda la tarde y volver a subir las escalinatas de la Iglesia de Nuestra Señora de La Merced de la mano los domingos por la noche.

P.D.: volví a coleccionar tarjetas :) o/


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