Siempre dije que a las mejores personas, Dios, las pone a más de diez mil kilómetros unas de otras. ¿Las mejores? Bah… quizá debería corregir y poner “aquellas que juntas escribirían el Libro de la vida”. Las distancias, en fin, entendidas como imposibilidades de tiempo, lugar y forma.
Nunca fui de llevar la cuenta de nada. Tengo un problema con el tiempo. No lo puedo manejar. Puede que quizás sea una negación interna. Sin embargo, ahora, llevando la cuenta, mi última falta ha sido el acopio ilegal de regalos, una especie de retención indebida, salvando las diferencias. Por lo tanto, si hay tirón de oreja…
Además debo informarte oficialmente que el otro día consolidaste tu status al despabilarme después de cuatro años con un lenguaje técnico que nadie había utilizado aún conmigo.
Siempre te he llevado como estandarte de victoria, donde quiera que vaya, donde necesite valor, donde necesite decisión, donde necesite de alguien con quien contar, en quien creer. Allí, estará tu imagen.
Sigo el hilo de mi sueño con aquel comienzo que parafraseaste entrecortada a través de un mensaje, aunque me hayas tirado la primer pavada que se te haya cruzado por la cabeza en ese momento. Lo cierto es que nunca olvido ese espacio color rosa. Por aquí, como de costumbre, la mayoría de las creaciones se siguen haciendo con un cinco por ciento de imaginación y un noventa y cinco por ciento de café.
Sabés que adoro las dedicatorias y las posdatas. En cierta forma porque inmortalizan a mi modo de ver esas máximas expresiones de reconocimiento de un modo especial.
P.D.: el otro día descubrí que el servicio postal tiene sus puertas abiertas durante la tarde.-
P.D. II: llegará en “menos de lo que cante un gallo”.-
P.D. III: formás parte de mi “Transparente de la Fama”, sabelo. Tu lugar, el primero y bien merecido: margen superior izquierda como para que quien te vea empiece por leerte.
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